Un mundo de ineficiencia y de caos
«El caos siempre derrota al orden porque está mejor organizado».- Terry Pratchett |
Vivimos en un mundo sobresaturado de información y de tareas, especialmente en un momento en el que la crisis mundial financiera nos pone a prueba frente a una competencia inmisericorde, y ante proveedores y clientes de exigencias ilimitadas.
Día a día acumulamos correos, llamadas, pedidos, notas, tareas, compromisos… A cada momento cambia la prioridad, la urgencia o la importancia. Se mezcla lo laboral con lo personal. Las planificaciones se vuelven ineficientes e inservibles. Se terminan ejecutando las tareas por reacción, según se requiera o según sea la prioridad en ese momento, sin una visión clara del objetivo ni de lo que queda por hacer, con la sensación de no saber qué se está haciendo ni por qué se hace.
Se tiende inexorablemente al caos, trabajando exhaustivamente en medio de una densa niebla que ofusca la imagen real de nuestro trabajo, sin sentir apenas avance, sintiendo únicamente que el resultado no justifica ni premia los esfuerzos.
En la escuela enseñan literatura, matemáticas, ciencias y otras disciplinas, pero no se plantean enseñar algunas facultades complementarias y necesarias, como técnicas de organización personal, las cuales ayudan a rendir mejor y más eficientemente en cualquier ámbito, incluido el de los estudios, el profesional y el personal.
Habitualmente, aprendemos a organizarnos de forma reactiva y por instinto, ante las circunstancias que surgen. A base de ensayo y error, creamos nuestro propio sistema de organización para que afecte lo menos posible a nuestro mundo, no para mejorarlo.
A lo largo de los últimos tiempos, la organización personal ha sido objeto de investigación y de constante mejora. El beneficio de aplicar un sistema de organización personal es inestimable, y los resultados mejoran sustancialmente nuestra productividad y la calidad de todo cuanto pensamos y hacemos.